Esta instalación facilita experiencias de inmersión en escenarios virtuales que comunican en forma dinámica y notablemente cercana a la realidad un fenómeno determinado, en este caso el encarcelamiento en una de las más conocidas prisiones de la actualidad. Para iniciar su recorrido, el visitante debe colocarse un casco diseñado ex-profeso, el cual le permite vivir sensaciones incómodas nítidamente, tales como referencias visuales a ciertas posiciones corporales incómodas y efectos sonoros que remiten a diálogos aterrorizantes, interrogatorios y demás sonidos propios de un cautiverio. Inclusive el dispositivo genera un biorritmo virtual que se sincroniza con el del visitante, y aunado a los aspectos mencionados, genera en el espectador una verdadera sensación de angustia, a pesar de que este último es plenamente consciente del carácter ficticio del espectáculo al que asiste. Es el empleo de la realidad virtual lo que genera una situación alterna altamente plausible y creíble, al poder observar ese mundo hipotético en primera persona, pero desde una perspectiva ajena, lo cual, visto desde una posición favorable, puede ayudar a establecer empatía entre individuos diversos, y a generar conciencia y tolerancia respecto a la otredad, a lo aparentemente distante y distinto que sin embargo no puede sernos indiferente en cuanto constituye un problema humano.
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