En esta pieza, el artista brasileño utilizó un programa de cómputo para diseñar una especie de murciélago virtual que reprodujera de la manera más fiel posible los hábitos y las características de un individuo real perteneciente a dicha especie. Numerosos dispositivos de audio y video fueron colocados en una caverna subterránea inaccesible para los seres humanos, donde a su vez residía una considerable cantidad de murciélagos reales, cuyo comportamiento resultaba afectado al entrar en contacto con su equivalente virtual; al mismo tiempo, numerosos espectadores podían hacer uso de un dispositivo que les permitía presenciar el acontecimiento en tiempo real, además de traducir su presencia en ciertos impulsos que afectaban adicionalmente el comportamiento de los animales. En esta obra, la telepresencia permite al público en distintos lugares participar simultáneamente de una situacion en la cual normalmente no sería posible encontrarse dadas las circunstancias del lugar y la distancia existente, lo que otorga cierto carácter perturbador de omnipresencia a este tipo de piezas que hacen uso de las nuevas tecnologías.
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